Buenas tardes!
Por aquí hoy, un tuppercito de brócoli con un revuelto de verduras con soja texturizada y ni tan mal.
Ahora ya estoy camino al hospital para la visita con la dietista. Esa visita que nos queda con «traumita» (y que empata con la del endocrino, otro gran «maltratador»), y que nos da dolor de estómago. Voy con la sensación de que tras tantos años de bronca consulta tras consulta, tengo algo que demostrar, tengo que «merecerme» que se me trate bien en el médico… Lamentable, pero hablando con vosotras veo que absolutamente común. Y eso que ahora ‘ya no pasa nada’, que como me mantengo en mi peso ‘está todo bien y nos vemos a la próxima’. Sin miradas de juicio, sin dietas de cajón acompañadas de un soplido o una mirada de ‘no lo vas a conseguir’… Y aún así queda ese regustillo de fracaso y miedo.
Me encantaría (luego si tengo tiempo, que eso es otro cantar) sacar la cabeza luego por historias y además de contaros un poco cómo ha ido, agradecer la confianza de tantas de vosotras que me compartís vuestra historia, vuestros miedos, las cosas que habéis podido sufrir en una consulta médica a causa de la gordofobia de nuestro sistema sanitario…
No es fácil hablar de estas cosas porque remueve heridas antiguas y muy arraigadas a nosotras… Y por eso me siento muy privilegiada cuando me las compartís, porque sé de primera mano que no es fácil hablar de lo que duele. Pero lo dicho, si luego no me da tiempo a grabar, no quería dejarlo pasar.
Dicho esto… Vamos para allá 💪🏼 que no podrán con nosotras.