Cuando estaba gorda lo pasaba fatal… Las fotos tenían que ser «previstas» para encontrar el ángulo, poner la cara que yo sabía que más me disimulaba la papada, y a poder ser ponerme medio de lado detrás de algo o de alguien, para tapar el volumen del cuerpo.
Ahora a veces me encuentro con que mi chico me ha hecho alguna foto de forma espontánea, y antes de verla tengo un microsegundo de pánico por pensar qué se habrá visto que me hubiera gustado disimular… Pero poco a poco me sorprende que me van gustando las fotos espontáneas.
Últimamente tengo muy presente el tema de las fotos porque como sabéis, estamos preparando la boda, y esta semana hemos estado hablando con el fotógrafo. Eso me pone frente a una conversación conmigo misma… Porque voy a tener cientos de fotos espontáneas en las que no voy a poder estar controlando todo…
A lo que hay que añadir dos cosas que están muy muy lejos de mi zona de confort. La primera será la de ser el centro de atención, pasar al front row cuando has sido siempre la que se esconde detrás o se ofrece a hacer la foto, es algo que estoy trabajando en mí porque ese día quiero disfrutarlo y no estar pendiente de eso, y la segunda… ¡Ir vestida de blanco!
El blanco, ese color prohibido para las personas gordas. Ese color que «engorda» y que no disimula nada… Que fuerte vernos en situaciones nunca imaginadas, que alegría echar la vista atrás y darnos cuenta de lo lejos que estamos llegando, y qué emoción mirar hacia adelante y ver todo lo que nos queda por recorrer!
Cada día más contenta fuera de la zona de confort, aunque a veces nos rompa, aunque de miedo, aunque remueva todo por dentro hace crecer y hace vivir.