Hoy hablaba con una compañera bariátrica sobre qué pasa cuando una bariátrica «veterana», que lleva un tiempo en su peso adecuado, coge unos kilitos y quiere «perder 5 kg».
Para alguien que siempre ha estado en su peso, esa franja de perder 3 a 5 kg entra dentro del concepto «cuidarse» o «prepararse para el verano», pero ¿qué pasa cuando alguien que ha dejado atrás la obesidad mórbida, que ha vivido permanentemente a dieta y restricciones, alguien que ha pasado por una cirugía…? ¿Qué implica cambiar su alimentación buscando hacer «un régimen» y perder peso? Te lo resumo: una tortura…
Se disparan todas las alarmas, se abren todas las heridas, entras en modo alerta… Vuelven con fuerza y de un latigazo, toda una vida de sufrimiento, miedo y dolor, de terror y rechazo a la báscula, de culpa frente a los alimentos y los eventos sociales…
Cuando has vivido bajo ese yugo, cuando has vivido «out of the box» de la normatividad, cuando no has conocido más que dietas de cajón y endocrinos desde los 7 años… Cuando has pasado por un proceso así, has conocido la normatividad y tienes que plantearte de nuevo ese paso atrás, el trauma colapsa más de lo que compensa.
Cuando tienes que enfrentarte a perder esos 3-5 kg, la cabeza deja de estar pilotada por tu ‘yo normativa y en proceso de sanar la relación con la comida’ y pasa a estar pilotada por tu ‘yo obesa y herida’. Y te cuadras. Y te enfadas. Y te rebelas. Y no quieres…
Por eso es tan importante cuidar lo que consumimos (y hablo de aquí 🧠 y no de aquí 👄) y de qué mensajes nos rodeamos. Por eso es tan importante no dejar nunca el seguimiento bariátrico y nutricional. Por eso hay que sanar la relación con la báscula, que es un indicador pero no puede ser la capitana del barco. Y si necesitamos hacer ajustes en la alimentación que sean desde la salud, sin volver a lo que nos llevó al punto de partida, sin restricciones pero con conciencia, sin culpa pero con razón, sin hacer barbaridades y dejándonos acompañar…